Uno podría pensar que la
situación con la pandemia por coronavirus es tan dramática en muchos países del
mundo que ponerse a filosofar respecto de ello pudiera ser inapropiado, sin
embargo, qué cosa más humana que reflexionar sobre aquello que nos sucede,
positivo o negativo, amargo o dulce, triste o alegre. Bueno, eso es lo que hace
Daniel Innerarity a propósito de la pandemia en un libro que encontré por
casualidad navegando en busca de “La política en tiempos de indignación” que
espero leer en las próximas semanas.
Un libro con muchas aristas,
desde las pequeñas reflexiones acerca de la vida cotidiana hasta las grandes
reflexiones sobre el sistema político nacional e internacional y la democracia.
Como dice en la presentación “una
pandemia es una enfermedad infecciosa que afecta a todos, mientras que una
epidemia tendría un área geográfica limitada”. Y esta pandemia, como lo dice la
definición se caracteriza por ser planetaria, afectándonos a todos en el mundo
pero teniendo diversas respuestas a niveles locales, que dejan entrever grandes
desigualdades entre países y dentro de los mismos países.
Me pareció especialmente lúcida
su reflexión acerca de la complejidad sistémica que hace evidente la pandemia.
Por supuesto que hay temas prácticos que resolver y para ello se necesita en
todas partes mentes prácticas, que organicen, tomen decisiones, prioricen
recursos y “apaguen el incendio”, pero ello no quita la importancia de hacer
una buena interpretación de la situación, ya que como decía Kurt Lewin “nada más
práctico que una buena teoría”
Desde esta perspectiva,
necesitamos aprender a mirar mejor los sistemas complejos, donde se distinguen
interacciones lineales y no lineales. En las primeras se puede sumar cantidades
y llegar a un claro impacto combinado. En cambio en las no lineales, se generan
efectos de cascada donde pequeños cambios se transforman en transformaciones
masivas. En las primeras las interacciones son aritméticas, en las segundas son
geométricas.
Interpretar el coronavirus como
algo simple, lineal, predecible ha costado muchas vidas en el mundo,
tristemente. Por ahí algún Presidente dijo algo así como “es una gripecita”, un
“resfrío invernal”. Mirarlo con perspectiva sistémica implica pensar más en
grande: los impactos económicos en las personas y como generar ayuda, los
impactos sanitarios, disponibilidad de camas UCI y presión sobre el sistema,
qué hacer con personas que tienen otras condiciones de salud y que pueden morir
de aquello y no de coronavirus al no poder ser atendidas por los cuellos de
botella que se generan en el sistema.
En esta línea Daniel Innerarity
sugiere que tenemos muchísimo aprendizaje que realizar para pensar de manera
más sistémica, donde la experiencia pasada no siempre sirve, dice: “tenemos que
aprender del futuro: previsión, prevención, anticipación, precaución”.
Otra idea que me ha parecido
interesante es la que expresa en el capítulo 2 donde dice que “las crisis
comienzan según el modo en que nos hacemos cargo de ellas. El diagnóstico que
trata de hacerlas inteligibles condiciona el tipo de respuesta práctica que
damos”. Y respecto de aquello señala que aquí se perdió mucho tiempo, pues se trató
de hacer inteligible la crisis con categorías inadecuadas, como tratarla de una
“guerra”, contra potencias extranjeras, contra virus, contra quien fuera. Y
mirarla como guerra puede ser razonable, pues apela al compromiso, el heroísmo,
el sacrificio, el enemigo común, pero oculta que se necesita más inteligencia
colectiva, más organización, protección pública y, yo agregaría solidaridad.
En nuestro país fue muy parecido
a como relata el autor, la metáfora dela guerra enciende pasión pero desmerece
la colaboración, la solidaridad, la reflexión. La metáfora de la guerra puede
acelerar las decisiones pero no siempre ir más rápido es mejor o como dice el
dicho español “vísteme despacio que llevo prisa”. Pensar que necesitamos, como
ayudar a quienes lo pasan más mal, como equilibrar adecuadamente el plano
sanitario con el plano económico. Además la metáfora de la guerra deja héroes,
traidores y culpables lo que precisamente no se requiere en una sociedad
compleja y diversa.
Una tercera idea que propone
Daniel es que la pandemia nos ha colocado en el fin de un mundo, que es el mundo
de las certezas, de los seres invulnerables y de la autosuficiencia. La
pandemia nos lleva a entrar en un mundo desconocido, común y frágil. Cada vez
es más irreal el supuesto de que vivimos en un mundo calculable, previsible y
obediente a nuestras órdenes.
Esta idea del autor nos conecta
con muchísimos fenómenos que tenemos que reflexionar, que ciudadanos del tercer
milenio tenemos que pensar, como que ya no podemos pensar en un mundo donde tomamos
decisiones con información completa y con una mirada única, al contrario,
tomamos decisiones a cada rato con información que desconocemos, decisiones
cuyos efectos muchas veces somos incapaces de estimar y con paradigmas que por
definición son limitados. Esto incluye por cierto las miradas de los médicos,
los ingenieros, los economistas, los políticos. Todos y cada uno mira el mundo
desde una cierta perspectiva y pensar que es “la perspectiva” nos empobrece.
Una cuarta idea del autor es
reflexionar sobre la vulnerabilidad. No la vulnerabilidad psicológica de sentir
que nos podemos enfermar y morir, sino que la vulnerabilidad de la
globalización, proceso en el que nos encontramos inmersos hace rato y que no ha
venido con instrumentos de protección social acorde a las amenazas que nos
expone. Una pandemia global afecta al mundo y no tenemos instituciones globales
de verdad que puedan hacerse cargo de esto, como el fenómeno del cambio climático,
sino que cada país, dentro de sus estrechas fronteras, trata de adoptar medidas
en su territorio, medidas que muchas veces son inútiles. Tenemos que pensar más
como ciudadanos globales y hacer compromisos globales.
Hoy me pareció muy interesante
leer en las noticias una propuesta del nuevo presidente de EEUU en el G20 de
llegar a un acuerdo de tasas de tributación para las empresas, mínimas,
respetadas por todos los países, de manera que no puedan esconderse en paraísos
fiscales y dejar los costos en los lugares donde operan y los beneficios donde
no pagan impuestos. Eso es una muy buena iniciativa.
El texto expone muchas otras
ideas más sobre el populismo, la democracia, los políticos, las generaciones, la
intimidad, todas muy pertinentes al tiempo que vivimos. Solo una reflexión final
donde invita a aprender dela crisis: “lo más llamativo es que las crisis nos
siguen sorprendiendo, que el presente funciona como una gigantesca distracción,
que prestamos una atención obsesiva a lo inmediato, que el elemento competitivo
tiene una centralidad preocupante en las democracias y que nuestra capacidad estratégica
y de previsión es escasa. Puede ocurrir que sea más fácil encontrar una vacuna
que aprender de una crisis como esta”.
Ojalá cuando esta pandemia se
acabe hayamos aprendido mucho como personas y como países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario