En general la consultoría
organizacional surge cuando un cliente tiene un problema, una necesidad, una
dificultad, una inquietud en algún dominio y requiere que un experto le ayude a
mirar o a hacerse cargo de dicho problema. En el ámbito de las organizaciones
se acepta cada vez más que un Gerente o alto directivo pueda pedir ayuda a
expertos de distinta naturaleza para hacerse cargo de temas que no tiene manejo
o no tiene los recursos para resolverlo.
Hay muchos tipos de consultoría
dependiendo de que ámbito organizacional el cliente requiera ayuda. Se buscan
consultores externos cuando dentro de la misma organización no existe el recurso
humano calificado para otorgar la solución requerida. Cuando la consultoría es
interna, dentro de la organización existen personas preparadas en la materia
propia de la consultoría y este personal de staff está disponible para sus
clientes internos.
Muchas veces el cliente tiene un
malestar y no tiene claro que lo inquieta y parte de la misma consultoría es
especificar mejor el problema o los términos del mismo, a fin de proponer
alternativas para enfrentarlos.
En algunos casos el consultor
tiene las competencias técnicas para hacerse cargo de la solución o puede
proponer a otro experto que se haga cargo. Esto sigue el modelo clásico
diagnostico – tratamiento. El consultor puede hacer el diagnostico y el
tratamiento o solo el diagnostico y otro el tratamiento.
Muchas veces, al igual que la
terapia, la consultoría no ofrece una solución, sino que una reinterpretación
del problema, lo que algunos llaman “disolver” el problema.
La consultoría también surge
cuando un consultor, experto en algo, con una cartera de modelos - herramientas
– soluciones – propuestas, le ofrece a un cliente sus servicios y el cliente
considera que dicha oferta tiene valor para él, en términos que le permitirá
resolver un problema, aprovechar una oportunidad, aprender, etc. Muchas veces
el cliente no sabe lo que necesita y al recibir una oferta de un consultor
preparado descubre que es justamente lo que necesita para mejorar un resultado
o salir de una dificultad.
Generalmente el consultor presta
sus servicios de manera externa, se integra a la organización por un tiempo,
interactúa con el cliente, otras personas designadas por este, informantes
calificados, etc. y luego deja la organización. En su proceso de interacción
con la organización no forma parte de la línea sino que es personal de staff,
asesor, le reporta al cliente. Hay un autor que titula su libro de consultoría
como “Estar de Paso”, en alusión precisamente a esta condición.
El cliente debe tener poder. Eso
significa que en su ámbito de acción, el cliente da instrucciones – directrices
para que las personas con las que va a trabajar el consultor le entreguen
información, interactúen con él, le den espacio, le otorguen recursos. Es
fundamental que el cliente tenga poder, ya que si no lo tiene cualquier acción
de consultoría tiene pocas probabilidades de éxito.
En muchas ocasiones el consultor
no interactúa directamente con el cliente, este sólo contrata sus servicios y
el consultor interactúa con un usuario de la consultoría, alguien que está en
otro lugar de la organización, que le reporta al cliente y que, con acuerdo o
sin él, tiene que trabajar con el consultor en un proyecto determinado. Esta
distinción entre cliente y usuario es fundamental, ya que no siempre se trabaja
directamente con el cliente.
Un elemento fundamental de la
relación consultor – cliente es la confianza. El cliente confía que el
consultor puede ayudarlo en el dominio que el consultor es experto (dominio de
la competencia). El cliente confía que el consultor será leal y honesto al
darle acceso a recursos, personas e información importante (dominio de la
honestidad). El cliente confía en que el consultor cumplirá los compromisos
adquiridos en cuanto a realizar una intervención o entregar algún tipo de
informe. La confianza se construye en una relación personal consultor –
cliente. Si la confianza es baja, tal como dije respecto del poder, la
consultoría tiene mal pronóstico.
El cliente tiene algunas
ambivalencias frente al consultor. Duda cuanta información entregarle, duda
cuanto control traspasarle, duda declararse vulnerable. A los ejecutivos les
pagan por resolver problemas y tener control y pedir ayuda puede ser
contradictorio con eso. Por eso el consultor debe estar preparado para afrontar
estos temas en la conversación con el cliente.
El consultor tiene dos dominios
de habilidades.
- Técnicas, es experto en algún
ámbito. (experto significa que tiene distinciones en algún campo que le permite
ofrecer alternativas de acción que el cliente no visualiza)(como experto
también tiene modelos, paradigmas, interpretaciones explicitas distintas del
sentido común con que cualquier persona se enfrenta a lo que podría distinguir
como un problema) (agrego también que como experto cuenta con un “arsenal” de
técnicas de acción especificables y tiene una teoría respecto de porque esa
acción resuelve ese problema).
- interpersonales o habilidades
sociales, que le permiten interactuar con mayor facilidad y simpatía con los
integrantes de la organización, aunque apoyándose (indirectamente) en el poder
del cliente.
El consultor no es especialista
en el negocio del cliente, no siempre lo conoce con profundidad ni entiende sus
pormenores, es especialista en su dominio de experticia. Esto es lo que tiene
valor para el cliente. Puede ocurrir no obstante que el consultor necesite
aprender mejor y con más profundidad el negocio del cliente para hacer una
intervención más valiosa, más duradera, mejor enfocada, más precisa o puede no
ser necesario dependiendo del ámbito de la consultoría.
Generalmente, el consultor cierra
el proyecto de consultoría, efectuando algunas acciones, tales como entregar un
informe y espera recibir la conformidad del cliente para cerrar el círculo y se
desliga de la organización. Puede ocurrir que lo vuelvan a llamar o puede
ocurrir que lo recomienden con otros clientes.
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