A un alumno le sugería el otro día que leyera este
libro de Rafael Echeverría donde argumenta de un modo muy interesante acerca
del trabajo en esta época, cada vez más conversacional y menos de “mover cosas”,
sobre todo acerca del rol gerencial, un rol conversacional y poco de “mando y
control”.
El libro se divide en dos partes, la primera describe
la transformación de la empresa y el cambio de “jefe capataz” a “jefe coach”,
la segunda sobre la confianza, tema sobre la que hablaremos en otro post. Encontré una versión
electrónica del libro.
A mi entender cuando Fernando Flores
inventa el “diseño ontológico” (ver los libros “Inventando la empresa del siglo
XXI” y “Creando organizaciones para el futuro”) lo hace claramente desde una
mirada organizacional, hablando de la oficina del futuro y de las acciones
conversacionales como materia prima para generar mejores procesos de trabajo y
mejores resultados.
Por alguna razón los seguidores de
Flores, en particular Rafael Echeverría y Julio Olalla se enfocan mucho más en
el “life coaching” y con ello pierden el enfoque hacia el mundo organizacional
y las conversaciones que en dicho lugar se dan. No sé si mi interpretación es
muy básica, pero a mi entender tiene que ver con las profesiones de base.
Flores es ingeniero, Olalla es abogado y Echeverría sociólogo; estos dos últimos
más lejos por pura formación profesional del mundo organizacional. Flores ha
evolucionado mucho acerca de su concepción de empresa de aquellos años y, si
bien es una figura controversial, es valorable su mirada.
Creo que con este libro Echeverría se
reconcilia, en parte, con la deuda que tiene hacia el mundo organizacional,
honrando a Peter Drucker y el tremendo trabajo que este autor realiza para
entender la empresa actual y sus desafíos.
Plantea Echeverría que la empresa
clásica, inventada en la época industrial por Taylor está en proceso de
desaparecer, sobre todo al decaer el estilo de liderazgo de “mando y control”,
tan propicio para la organización basada en trabajo manual, pero tan lejana
para la organización basada en conocimiento.
El estilo “mando y control” consistía en ordenarle al trabajador exactamente lo que tenía que hacer y controlar su estricto cumplimiento. Este estilo pone “techo” al rendimiento del trabajador y se basa en una emocionalidad característica: miedo, miedo a las consecuencias de no cumplir.
Están ocurriendo muchas cosas que
demandan una nueva adaptación de la empresa: necesidad de rapidez en la toma de
decisiones, nuevas tecnologías de información y comunicación, globalización,
aumento de competitividad, aceleración de procesos de cambio. En este entorno
la empresa tradicional, lenta, burocrática, jerárquica, estable y, sobre todo
pensada en trabajo manual, no tiene como sobrevivir. Y, el gerente que sigue
trabajando bajo un modelo de “mando y control” también le queda poca vida, no
porque ese estilo en ocasiones no funcione, sino porque está desacoplado del
mundo actual.
En su libro presente un valioso cuadro
para diferenciar la empresa tradicional de la empresa emergente:
Criterios
|
Empresa tradicional
|
Empresa emergente
|
Trabajo preponderante
|
Trabajo manual
|
Trabajo no manual
|
Fundamento del trabajo
|
Destreza física
|
La palabra
|
Clave de la productividad
|
Movimientos y tiempos
|
Competencias
conversacionales
|
Mecanismo de coordinación
|
Línea de ensamblaje
|
Rediseño de procesos (workflow)
|
Locus reflexivo
|
Localizado: el ingeniero
|
Difuso: practicante
reflexivo
|
Mecanismo de regulación
|
“Mando y control”
|
Autonomía responsable
|
Carácter de la regulación
|
“Techo”
|
“Piso”
|
Emocionalidad de base
|
Miedo
|
Confianza
|
Perfil de autoridad
|
Capataz
|
Coach
|
Tipos de organización
|
Piramidal y jerárquica
|
Horizontal y flexible
|
Criterio guía
|
Estandarización
|
Aprendizaje
organizacional
|
La empresa emergente se caracteriza por
una nueva búsqueda de productividad, “productividad del conocimiento” la que ya
no se basa en la capacidad física, sino que en el poder transformador de la
palabra.
A propósito de este tema realiza una distinción
entre trabajo creativo y trabajo repetitivo, poniendo énfasis en el primero, ya
que el segundo también se puede basar en la palabra pero puede ser sustituido
por programas informáticos.
Para argumentar la importancia del
trabajo contingente e innovador, que agrega valor, Echeverría realiza una distinción entre tres
dimensiones del trabajo: la tarea individual, las actividades de coordinación y
el trabajo reflexivo del aprendizaje. Integrando lo que ya ha dicho en otros
lados, sostiene Echeverría que las conversaciones (lenguaje, cuerpo y
emociones) son fundamentales para generar productividad en el trabajo del
conocimiento, ya que la competencia conversacional genera mejoras en los tres
niveles citados: tarea individual, coordinación, trabajo reflexivo.
Sobre la primera no tengo mucho que
decir, más allá que es la concepción habitual que las personas tienen del
trabajo, la tarea individual que se conecta con el trabajo de otros mediante un
flujo de procesos, sin mayor concepción sistémica.
Sobre la segunda es innegable la
importancia que tiene aprender a pedir, ofrecer, negociar y coordinar la acción
para obtener resultados de vista a las inquietudes de un cliente interno o
externo. Este trabajo de coordinación es fundamental ya que individuos que
trabajan bien de manera individual pueden causar estragos al no coordinar de
buen modo dichas tareas.
Sobre la tercera, cada vez es más
importante en una óptica de mediano y largo plazo. ¿Qué hicimos bien?, ¿qué
tenemos que aprender?, ¿qué errores cometimos y como modificamos los procesos
para hacerlo distinto?, no se trata de aprendizaje individual sino que de
aprendizaje colectivo, centrado en el futuro. Aquí, muchas empresas están al
debe, ya que coordinan bien su trabajo pero reflexionan poco, primando lo
urgente por sobre lo importante.
A mí en particular me gusta cada vez más
desafiar a mis clientes a mirar su trabajo de un modo conversacional. Con quién
coordina la acción, con quién conversa reiteradamente, con quién tiene
conversaciones valiosas y profundas, con quién necesita conversar. Ahí está la
clave de la productividad y del trabajo gerencial.
Sin ir más lejos hoy realizaba coaching
al Gerente General de una empresa y “conversábamos” de cuan conversacional era
su trabajo, con cuántas personas hablaba, como motivaba, como retroalimentaba
y, en definitiva, como gestionaba su agenda y sus redes, sólo hablando con
muchas personas.
En nuestra concepción más antigua del
trabajo, probablemente conversar era pura pérdida de tiempo, actividades marginales
sin valor. Hoy son fundamentales y gerente que no sepa conversar no será capaz
de lograr sus objetivos y propósitos.
El gerente al que cito tenía la idea que
no es muy buen conversador porque habla poco. Le mostré cuan equivocado estaba
ya que conversar tiene dos lados, hablar y escuchar, y en lo segundo él es muy
bueno. Por ello, cabe destacar también lo novedoso que resulta la “mirada
conversacional”, al enfocarse no sólo en lo que decimos sino que también en cómo
escuchamos y en este tema en particular, existe un amplio trecho de aprendizaje
para todos.
Concluye Echeverría la primera parte del
libro caracterizando al nuevo gerente que emerge, el gerente coach. Lo
encuentro pretencioso pero bien inspirado para describir el conjunto de nuevas
competencias conversacionales que requiere un líder en la actualidad.
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